Breve reflexión sobre las redes sociales
La intimidad ha desaparecido, y lo peor de todo es que somos nosotros mismos quienes la hemos entregado a cambio de creer que vamos a conseguir popularidad. Al igual que se suele decir que los eventos que no son cubiertos por un medio de comunicación, no han tenido lugar o no existen, parece que a nivel individual pasa algo muy parecido, y es que si no lo cuelgas en una red social, parece que no has estado de viaje en tal sitio o no has conseguido tal cosa o tal otra. Como que ya no tiene valor.
Estamos vendiendo nuestra privacidad a un precio demasiado barato. Y por si fuera poco, nos creemos populares por subir más fotos que nadie o publicar en el muro más que nadie. Si tienes cientos de amigos, eres una persona afortunada. Da igual que de esos cuatrocientos solamente te hables con diez de forma habitual. La cuestión es que los demás piensen que eres una persona “rica” en amigos.
Si has dado una fiesta o has ido de viaje, ya no tiene ningún valor si no lo compartes en la red social de turno. Es lamentable. Se ha potenciado la idea del “qué dirán los demás de mí” de una manera absolutamente superlativa. Además, también se potencia la inseguridad personal, ya que todo el mundo siente la necesidad u obligación de que todos estén al tanto de nuestra vida.
Esa ilusoria idea de seguridad, aceptación y popularidad (entre comillas), nos convierte en piltrafillas que en la vida real, acabarán siendo inseguras, y que poco a poco, olvidan las pautas de relación social que siempre han contribuido al desarrollo cognitivo y social del ser humano. Pero no solamente no somos conscientes de ello, sino que cada vez somos más víctimas.
Para colmo, estamos actualizando diariamente a nuestros contactos acerca de nuestro estado de ánimo. Imagino, que de esa manera, la gente se siente más comprendida, pero sigue sin ser algo real. A dónde quiero ir a llegar es a que llegamos a tomarnos como realidad muchos aspectos que no lo son, y que por si fuera poco, son algo básico de nuestra estabilidad emocional. Hace unos años, se vendía la idea de “qué importa lo que piensen los demás de ti”. Las redes sociales le han dado la vuelta a esa pauta de pensamiento totalmente. Y no voy a negar los aspectos positivos de las redes sociales, que los hay, sin duda. Pero los negativos tienen un peso mayor todavía. Si queremos quedar con alguien, en lugar de mandarle un mensaje privado, lo posteamos en el muro, para que todo el mundo pueda estar al tanto de que esa persona y yo somos amigos, quedamos para hacer cosas juntos. Molamos. Y claro que hay quien se dedica a compartir opiniones, canciones, o lo que le apetezca compartir, para lo cual, como digo, las redes sociales me parecen un invento cojonudo. Pero viendo los muros de mis contactos, creo que la mayoría de la gente le da un uso insano, por decirlo de alguna manera.
Las redes sociales suponen una herramienta de control brutal, de la que tampoco somos conscientes para nada. Todo queda registrado, independientemente de que borremos algunos datos. Todo el mundo lo sabe todo de nosotros, y por supuesto cómo pensamos, cómo sentimos, nuestras frustraciones, nuestras opiniones con respecto a casi todo…sinceramente, es algo que si pienso fríamente, me da incluso miedo.
Y esas largas conversaciones en los muros, en las que dejamos constancia de cómo interactuamos con otras personas, de qué hemos dicho exactamente (conversaciones de las que por supuesto, aunque critique, un servidor ha sido partícipe)…sinceramente, creo que somos idiotas. Porque no se trata de que haya que ocultar lo que pensamos, o de que luego se niegue algo que se ha dicho. Pero sinceramente, lo que me apetezca hablar con fulanito o cetanito, les importa una mierda a los demás. ¿Por qué dejamos constancia para todo el mundo? Esto no tiene sentido…
Claro que hay personas que no lo usan con ese afán. Pero de lo que si estoy seguro, es que nadie, absolutamente nadie, se para a pensar lo que escribe y va a dejar escrito, antes de hacerlo.
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